
Nos  han tenido psicológicamente enjaulados para sacar el mayor  beneficio  posible a la colonia más antigua y rentable del mundo. Es  realmente  increíble cómo muchos canarios siguen sin reaccionar ante  todos los  abusos y marginación que sufrimos en estas Islas. Increíble  nos parece  igualmente que haya gente que pregunte que “de qué vamos a  vivir”,  cuando podemos superar sustancialmente nuestra renta per capita  si  evitamos que se lleven la mayor parte de lo que produce Canarias.   Nuestros antepasados guanches lucharon para mantener su libertad   mientras pudieron, pero una vez destruida su estructura social tuvieron   que someterse para sobrevivir, al tiempo que los colonos despreciaban  la  cultura anterior. No obstante se siguieron practicando costumbres   ancestrales, y especialmente el deporte de la “lucha canaria”, como   demuestra documentalmente Manuel Hernández, profesor de Historia de la   ULL. Pues, en su tesis doctoral “La religiosidad popular en Tenerife en   el siglo XVIII” confirma que la “lucha canaria” era un número muy   importante en cualquier festividad; sin embargo se había ocultado y ni   siquiera Viera y Clavijo, que vivió en ese siglo, hizo mención alguna.
 El  sistema colonial ha ido borrando de nuestra memoria todo lo que  está  relacionado con los primeros y legítimos habitantes de estas  Islas, los  guanches, y aunque en 1812 Canarias  pasó a ser una  provincia de España,  igual que cuba, en la práctica todo siguió como  antes; pues hasta  principios del siglo XX se empleó el calificativo  “español, la”, en vez  del actual peninsular. En esta fecha surgió una  gran preocupación por  conservar las Islas Canarias, tras perder España a  Cuba, Puerto Rico y  Filipinas, según se desprende de “La literatura  militar” que el  historiador Julio Hernández publicó en el periódico “El  Día”a mediados  de los años ochenta. En dicha correspondencia, los  militares en Canarias  le pedían a su Majestad que enviaran oficiales  ejemplares para no  perder esta última colonia.
 Paulatinamente, el aparato estatal ha venido reforzando la  “españolidad”  de Canarias, logrando que los ciudadanos de estas Islas  no sepan lo más  importante de su historia ni de quienes descienden, ya  que a la gran  mayoría de los guanches les dieron apellidos castellanos.  Para ello, el  sistema colonial sigue contando con muchos aliados,  incluso para imponer  miedo. Cuenta con políticos que colaboran porque  tienen miedo a perder  sus privilegios. Encuentra colaboradores en la  cultura canaria,  verdaderos mercenarios que buscan protección y  suculentas subvenciones.  Asimismo hay intelectuales “agradecidos” o que  simplemente tienen miedo a  ser marginados, a no poder optar a premios y  reconocimientos; también  existen muchos profesionales, especialmente  profesores, que tienen miedo  a no poder ascender, igual que padres de  familia, que temen que puedan  tomar represalias con sus hijos al optar a  un puesto de trabajo. Aquí  también hay miedo a ser tachados de  racistas o xenófobos para que nadie  proteste aunque se sienta  perjudicado con respecto a un foráneo; pues ya  no nos preguntan si  somos canarios, sino residentes. Los políticos  canarios hablan de dar  preferencia al trabajo a los “residentes”. El  estatuto de la falsa  autonomía refleja estratégicamente que todos los  que viven en estas  Islas son canarios. No podemos negarles sus derechos,  pero no es lo  mismo ser residente que canario.
 Existe  mucho miedo; sobretodo, miedo a ser canarios libres, a vivir  en  auténtica democracia, en un Estado canario soberano reconocido en la   ONU, en una República social y democrática, protegida por el Derecho   Internacional como, por ejemplo, el archipiélago de Cabo Verde. Hay   canarios que tienen miedo a vivir mejor, miedo a no tener que pedirle a   España y a la UE, miedo a poder disfrutar de una mejor renta per  cápita.  Por ello debemos perder todo el miedo de una vez y sustituirlo  por  seguridad, prosperidad y progreso en general, pero libres como  nuestros  antepasados guanches antes de ser sometidos. Varios de ellos  no pudieron  soportar la pérdida de libertad y prefirieron suicidarse,  tales como  Bentejuí, último jefe indígena de Canaria, y Bentor, hijo  del poderoso  mencey Bencomo en Tenerife, mientras que otros murieron  luchando, como  Doramas y Tinguaro. Todos ellos también tuvieron mucho  miedo, pero a no  ser libres; con toda seguridad pensarían en la  libertad para sus  descendientes, pero nunca que tendría que transcurrir  tanto tiempo.  ¡Debemos abandonar la jaula!
 José Luís Concepción, Presidente del MP